agosto 29, 2009

Capítulo 4 "Hermoso Destino"

Capitulo 4 “Hermoso Destino”

Cuanto tiempo pasé entre sus brazos, no lo sé, lo único que sabía y podía sentir era que no tenía las más mínima intención de soltarme, y yo tampoco quería que lo hiciera. Cuando me tranquilicé un poco, pienso que él pudo sentirlo, por que lentamente me soltó y volvió a su posición anterior. --Bueno creo que… será mejor que entre a casa—dije nerviosamente. Me moría de la vergüenza y también estaba asustada, ¿qué pensaría él de mí después de aquello?, no lo culpaba si perdía el interés en mi, lo entendería si dijera que era una freak.
El solo asintió, dándome una encantadora sonrisa; se inclinó un poco y depositó un pequeño beso en mi mejilla derecha, dejando un pequeño, pero agradable cosquilleo. Tomé mis llaves, abrí la puerta y entré. Se despidió nuevamente con un gesto de mano, mientras daba vuelta y se iba por el pequeño sendero del jardín. Cerré la puerta detrás de mí e instintivamente llevé mi mano hacia mi mejilla, frotándola suavemente, no queriendo que esa linda sensación se fuera. Ya dentro de casa, comencé a sentirme cansada, y sin nada de apetito; eso era raro, ¿por qué mientras estuve con Vladimir, me sentí perfectamente?, bueno a excepción de aquellas convulsiones o lo que hubieran sido, traté, como últimamente hacia con todo, no darle importancia.

Era bastante temprano como para irme a dormir, así que opte por prender mi ordenador portátil y vagar un rato por la red; me aburrí a las dos horas y lo apagué, me decidí a ver televisión y pasó lo mismo, después de un rato, estaba completamente aburrida y cansada; una siesta no me haría daño. Subí a mi habitación y me recosté en la cama, en cuanto cerré mis ojos el sueño me venció.
* * *

Me encontraba recostada en una pequeña cama, cuando se escuchó el fuerte golpe en la puerta de la pequeña casa. Una mujer, de aparentemente unos cuarenta años, se acercó rápidamente a mí y me levantó del brazo.
--Mi niña, ¡vamos levántate!, debo sacarte de aquí—decía desesperadamente la mujer, mientras tiraba un poco de ropa a una manta que se encontraba sobre el piso.
--pero… ¿Qué es lo que pasa?—pregunté asustada.
--Analise, hija, esos hombres vienen por ti, no puedo permitir que te lleven con ellos—.
--¿qué hombres?, pero ¿de qué hablas madre?—
--no hay tiempo para explicaciones Analise—respondió, su desesperación iba creciendo a cada segundo que pasaba. —Hay un caballo afuera para ti— volvió a decir mientras salíamos por una pequeña puerta trasera. —corre, corre lo mas lejos que puedas, y por el amor de Dios, ¡que no se te ocurra volver!, nosotros estaremos bien, no olvides que te amamos—dijo mientras dejaba un beso en mi frente y me daba un fuerte abrazo, rápidamente me soltó y subí al caballo, entonces se escuchó el estrenduoso ruido de una puerta cayendo; inmediatamente comencé a andar en el caballo y me interné en el bosque, lo último que alcancé a escuchar, fue el desgarrador grito de una mujer a lo lejos.

Seguía a galope por el bosque, sin detenerme a ver donde me encontraba. Las lágrimas corrían por mis mejillas, nublándome la vista del camino, estaba tan nerviosa y triste, que me costaba sostenerme al caballo, cuando menos me lo esperaba, sentí como una gruesa rama me golpeó en el estómago, haciéndome caer por un lado del camino, mientras el caballo seguía su camino, ahora sin mí, rodé por unos segundos hasta quedar boca abajo. Traté de levantarme, pero al hacerlo un intenso dolor en mi pierna me lo impidió, tenía incrustada una pequeña vara de madera; sangraba demasiado y así como sangraba, dolía. Mi vestido blanco, en el que no había prestado atención hasta ahora, era típico de de la época antigua, ahora se encontraba cubierto de tierra debido a la caída. Me sentía inútil al no poder levantarme, y al llorar de dolor como si fuera una niña pequeña; un rato después como pude me levanté, tratando de ignorar el dolor que iba creciendo entorno a mi pierna y me recargué en un árbol cercano.

Después de varios minutos, comencé a escuchar el sonido de las herraduras de caballos, se iba haciendo mas fuerte conforme pasaban los segundos; me quedé inmóvil de pié donde estaba, completamente aterrada, se estaban acercando, y casi podía jurar que eran los hombres que habían estado en mi casa hace un rato. Un brazo me tomó fuertemente por la cintura empujándome hacia atrás, y tapándome la boca cuando iba a gritar, justo cuando aproximadamente unos 20 hombres, todos en caballos, pasaban por el camino donde me encontraba segundos atrás; hubo unos cuantos que se detuvieron para inspeccionar el área, varias veces dirigiendo su vista hasta donde me encontraba, aun con una mano extraña tapando mi boca, y mi muy agitada respiración. Después de varios minutos se fueron de la misma forma en como habían llegado, fue entonces cuando sentí como alguien a mis espaldas me soltaba. Me giré lo más rápido que el dolor me lo permitió para ver de quien se trataba, quien había sido tan oportuno para sacarme de ese camino; lo que me encontré me dejó helada. Un hombre alto se encontraba parado justo detrás de mí, sacudiendo un poco la tierra de sus ropas, enseguida dirigió su mirada hacia mí. Sus ojos eran de un hermoso color verde, y tenía su cabello un poco largo, peinado hacia atrás, pero se podían ver como unos pequeños mechones rebeldes se escapaban de su lugar.
Lucia un atuendo bastante elegante, como del siglo XVII mas o menos, y tenía un porte digno de la realeza. Detuve mi inspección avergonzada y el me dio una pequeña pero increíblemente hermosa sonrisa.
--gra… gracias—dije torpemente. Dirigiendo mi mirada hacia abajo, y alcancé a ver nuevamente la herida en mi pierna, haciendo una mueca, me senté en el poco césped que había, decidida a quitarme esa varilla, que me estaba lastimando de mas.
--espere, así solo se lastimará mas—dijo por fin, inclinándose a mi lado. —Déjeme verla—continuó mirándome a los ojos. Yo solo asentí. Sostuvo mi pierna entre sus manos, examinándola con sumo cuidado. —Esta muy adentro, me temo que necesitaré algo más que un pedazo de tela para curarla— dijo. Segundos después me levantó en sus brazos y caminó hacía un punto opuesto de donde había estado.
--pe…pero ¿qué hace?—.
--le llevo a mi casa, debo curarle eso antes de que se infecte—dijo sin siquiera mirarme, solo dirigiendo su atención al camino.
Pronto llegamos hasta donde había una pequeña carreta que era jalada por un caballo; me recostó en ella y el se dirigió hacia el frente.
--¿podría decirme al menos su nombre?—dije, pero el comenzó a dirigir la carreta como si no me hubiera escuchado.

El camino parecía interminable, no pude saber si pasaron horas, pero era bastante incómodo el silencio que había. La carreta comenzó a bajar su velocidad entonces supe que ya habíamos llegado, era una casa realmente linda, no era muy grande, pero si elegante. Volvió a tomarme entre sus brazos y me sacó de la carreta; caminó hasta dentro de aquella casa y subió hasta una recámara: me depositó en la cama que había y salió de la habitación. Volvió después de unos minutos, con muchos frascos y cosas, que supuse era remedios para curar mi pierna.

--esto va a doler un poco, pero después le hará sentir mejor—dijo mientras vertía un líquido en un pedazo de tela. Se acercó mas a mi, directamente hacía donde se encontraba la herida de mi pierna y rápidamente jaló la vara que se encontraba incrustada y la sacó. Yo grité de dolor, colocó la tela que contenía el líquido en mi pierna, me retorcí un poco, por que en verdad dolía. Tocó mi frente y me colocó un retazo húmedo de tela, y en verdad comencé a sentirme un poco mejor; tiernamente acarició mi cabello y mirándome dijo…
--por cierto, mi nombre es Fedric Douglas… y he estado esperando por ti Analise Charleen, mi hermoso destino—dijo, y mis ojos lentamente se fueron cerrando, mientras él seguía acariciando mi cabello y al mismo tiempo trazando los bordes de mi cara.

* * *

Un fuerte ruido sobre madera, hizo que me despertara.
--Tamyra, ¿estas ahí?—preguntó la voz de mi madre abriendo la puerta de mi habitación.
--si, ¿qué pasa?—dije frotándome los ojos y sentándome en la cama.
--no nada, solo que pensé que no estarías en casa, supuse que tendrías planes—respondió mi madre, aun parada en el marco de la puerta.
--amm, no… la verdad no me siento de humor para salir, prefiero quedarme en casa hoy—.
--está bien Tam, pero nosotros tendremos que salir, ya sabes, problemas en el trabajo—dijo mi mamá tratando de justificarse.
--oohh… si, esta bien, no se preocupen, yo me quedaré aquí en casa de todos modos—le dije, ella solo me sonrió y me mandó un pequeño beso; salió cerrando la puerta tras ella. Miré hacia el reloj de mi mesita, y eran tan solo las nueve de la noche.

Raramente un viernes por la noche no tenía planes, y más extraño aun, un sábado, y en verdad no tenía nada planeado, pero no me importaba. En realidad no había mucho que hacer en Burlington City, un pequeño lugar situado en el condado de Burlington, Nueva Jersey. Estaba segura de que habría una fiesta en casa de alguien, todos los fines de semana era lo mismo, pero este era diferente, por que no me interesaba. Aburrida de estar en la soledad de mi casa, me cambié de ropa y decidí salir a tomar aire fresco.

Era una noche bastante tranquila, típico de aquel lugar. Caminaba por la acera, era una noche especialmente calurosa, dado que nos encontrábamos en mayo, plena primavera. Iba sin darme cuenta bien en donde pisaba; repentinamente un fuerte aire helado llenó la atmósfera en donde me encontraba, me estremecí completamente y vi varias sombras pasar por enfrente de mi.

Comencé a sentir que algo o alguien se acercaba a mi, empecé a caminar rápidamente, casi a correr; el aire frío empujando contra mi cara, haciendo que mis dientes castañearan. Me comenzaba a sentir encerrada, entonces me decidí a correr lo más rápido que podía, desafortunadamente mis piernas no pensaban poner mucho de su parte, las sentía pesadas, dificultándome así el correr a mayor velocidad. Después de un rato, no podía mas, el aire no llegaba completamente a mis pulmones.
Giré en una esquina, a poca distancia logré ver una casa muy iluminada y varias personas se encontraban fuera, sin querer había encontrado la fiesta de la noche, bajé el ritmo y solo seguí con una caminata rápida. Conforme me iba acercando a aquella casa, se escuchaba más el fuerte sonido de la música, decidí irme sobre la acera de enfrente, para que nadie me viera, pero aquel frío seguía sobre mi, calando en mis huesos, como si estuviera a la intemperie en el invierno, seguía caminando rápido, escuchando mi agitada respiración sin voltear hacia atrás ni hacia aquella casa.
--¡Tamyra!—escuché que alguien gritó mi nombre, cuando yo iba a unos pocos metros por delante del lugar, pegué un brinquito de susto, pero no volteé y seguí caminando, repentinamente sentí como una mano me sujetó por el brazo, girándome para encontrarme con su propietario…

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